Hace más de 150 años, un monaguillo de la iglesia de San Juan, en el centro de Saltillo, Coahuila, fue enterrado vivo con dos carretas de oro; el fraile lo sentenció a cuidar el tesoro eternamente, cuenta la leyenda. El religioso cumplió la orden de un sacerdote de asegurarse de ocultar la fortuna de la iglesia. Para que no hubiera “soplones” y no dejar testigos sepultó vivo al menor de seis años.
Desde entonces, la historia cuenta que el fantasma del niño a quien “bautizaron” como Juanito se aparece en el lugar donde ahora está El Museo de la Catrina, a veces al mediodía y otras a las 11 de la noche. Pero Juanito está enojado porque con la remodelación hecha a la casa taparon con una pared el área donde él jugaba, según reveló una médium, relatan Cyntia Fuentes y Érick Morales, propietarios del museo.
Algunos visitantes le han tomado fotos y otros afirman que Juanito los ha tocado. Entre tumbas y cruces de un panteón de rancho y más de 200 catrinas, en la calle de Allende sur número 720, en el centro histórico, Érick narra a los visitantes las historias de almas que habitan las viejas casonas y que espantan a sus moradores. “La Odalisca”, “El Tamalero”, “El Gigante Severo”, “Emparedados de la Cárcel”, “El Callejón del Diablo”, y muchas más.
Con papel maché, cartonería, pegamento, creatividad y talento, durante 15 años, Cynthia Fuentes y su esposo han creado mil 700 “calacas” y dos centenares de figuras de la calavera, que están en el museo y que son emblema oficial de la muerte.
Las estampas y siluetas de papel de “La Dama de Negro”, distinguida y elegante, fueron inspiradas en la creación de José Guadalupe Posada. Destacan en la colección la imagen de la pintora Frida Khalo; “La Novia María Clara” que representa a María Félix; “La Tía de las Muchachas”, una matrona de la época del porfiriato; “La Cabrona”, una revolucionaria, entre otras.
El Universal
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